(escrito por mi hermano Augusto PRIETO TOUBES)
Margarita, flor de pétalos blancos. Pétalos de luz que se difumina hacia su corola, haciendo combinación con su amarillo brillante pero menos luminoso.
Eres una flor sencilla de distintos tamaños según tu clase. Formas parte de los prados verdes aflorando en primavera para colorear el paisaje con tu blanco y amarillo, pincelando de esta forma la naturaleza.
Me gustas Margarita, me agradas a la vista y me alimentas el olfato cuando, en tu pequeña forma, perfumas los prados con tu olor a manzanilla.
Tu sencillez es hermosa, porque tu modestia no te permite presumir, no alardeas de tu belleza y sin embargo eres la reina del amor. No en vano los enamorados recurren a ti, arrancando descarnadamente tus pétalos, para saber si su amorío es correspondido.
Margarita, mujer con nombre de flor. Hoy eres mujer de edad centenaria, de pasada vida austera, sacrificada al duro trabajo en aras de su familia. Tu débil tallo de flor lo has convertido en fuerte tronco de árbol, con dureza de roble del que han brotado ramas fuertes e independientes.
En tu consistencia sigue existiendo esa corola que es tu corazón en el que aún se cosechan esos pétalos blancos y luminosos, desbordantes de alegría contagiosa para los que te rodean, hoy recluidos, como tu, en una residencia de ancianos.
Tu edad avanzada, larga en nuestro tiempo, posiblemente altere o deforme tus recuerdos, haciéndolos borrosos, casi olvidados, arrinconados en tu memoria.
¿Te acuerdas de tus sabañones?. ¡Como ardían!,¡como picaban!. Pero tu los aguantabas y dañabas aún más tus manos cuando las introducías, con sus dedos ulcerados, en las gélidas aguas del río en invierno. Parecía no importarte, ese era tu trabajo y tenías que hacerlo para paliar en lo posible el mal vivir de tu familia.
Eran tiempos difíciles, sin adelantos. Nuestro pueblo se había estancado casi en el medioevo, nos faltaba el agua corriente en las casas, la luz eléctrica llegaba en el inicio de la noche oscura a unas pocas bombillas, debilitada, oscilante y amarillenta, con la poca fuerza de su origen en un molino de agua cercano, convertido en fábrica de luz.
Algún privilegiado tenia radio que se podía escuchar nocturnamente, gracias a un altímetro de potencia, por lo que su casa se llenaba de radioescuchas amigos que discutían entre si los comentarios de los partes y de Radio España Independiente cuando furtivamente conseguían sintonizar esta emisora.
Carecíamos de casi todo lo deseable y lo elemental se consideraba privilegio. Pero no faltaban los politicastros, los arregla patrias que, salvando excepciones, se escudaban en la política encaminándola a sus apetencias personales de venganza, de exterminio de lo oponente, de saldo de deudas y de apropiación de bienes, llegando incluso al crimen en cumplimiento de su objetivo.
Cruenta guerra civil y fatídica posguerra la que te tocó vivir Margarita, víctima inocente entre otras muchas con el mismo o mayor sufrimiento.
Por supuesto que no existían lavadoras, tu y otras mujeres las suplíais a cambio de algunas migajas.
Era duro el invierno cuando teníais que romper los helados carámbanos del río y entregar la ropa, casi sin secar, par que este proceso culminara dentro de las propias casas de encargo, normalmente en su desván.
La primavera aliviaba vuestro trabajo y este alivio se superaba más en verano. Era entonces cuando vuestro rostro adquiría un matiz más relajado y en lo profundo de vuestro ser anidaba la esperanza de cambio, en cumplimiento de paz, cuando las sábanas de blanco lienzo colgadas a lo largo de la cuerda cuyos extremos estaban bien atados y afianzados en dos troncos de chopo equidistantes, se movían al antojo del viento con el acompañamiento del sordo silbido musical que el paso del aire producía, haciendo mover las hojas de los árboles en un ligero temblequeo. Paz y libertad proclamaba el ondeo de aquella blanca ropa como banderas apropiadas al sentimiento de vuestros corazones.
Los tiempos han cambiado al igual que tu y que todos nosotros.
Siempre existirá el recuerdo y el recuerdo es la vida misma, son nuestro hechos, son nuestros motivos y eso nos ha llevado hasta el hoy. El mañana lo construirá otros.
Te rindo homenaje Margarita, a ti y a todas las que han lavado en el río para otros.